Se reúnen miles de bases de apoyo
en los cinco caracoles
Celebran zapatistas 10 años de las juntas de buen
gobierno en Chiapas
Dieron una respuesta a la
traición de las autoridades a los Acuerdos de San Andrés
Hermann
Bellinghausen
Enviado
Periódico
La Jornada
Viernes 9 de agosto de 2013, p. 15
Viernes 9 de agosto de 2013, p. 15
San
Cristóbal de las Casas, Chis., 8 de agosto.
Hace 10
años, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) anunció la creación
de cinco juntas de buen gobierno (JBG), una novedosa forma de gobierno autónomo
que inmediatamente se echó a andar, aunque propiamente hablando esos trabajos
ya se venían haciendo en los municipios rebeldes desde 1995 y 1996, simultáneos
a los diálogos de San Andrés entre el gobierno mexicano y la comandancia
zapatista, acompañada por representantes de la mayor parte de los pueblos y
tribus indígenas del país.
Como
entonces, estos días de agosto se han reunido miles de bases de apoyo
zapatistas en los cinco caracoles. Con el tiempo transcurrido, su
experiencia (y experimento) de gobierno autogestivo y libre no ha hecho sino
consolidarse, y con ello consolidar la autonomía a contracorriente. Si en 2003
las JBG significaban una respuesta explícita a la traición final del gobierno
de Vicente Fox, el Congreso y la Suprema Corte de Justicia de la Nación a los
acuerdos firmados en 1996 (y desconocidos enseguida por el gobierno de Ernesto
Zedillo, en voz del entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet), hoy
parecen demostrar que los acuerdos firmados se pueden llevar a la práctica. Y lo
más extraño: pueden funcionar. No es poco en un país donde las formas de
gobierno legales son cada día más disfuncionales e ineficaces.
Somos
fuertes para luchar
Hace una
década, en Oventic, donde se presentaron las JBG y los caracoles, la comandanta
Rosalinda dijo con escalofriante aplomo: Estamos demostrando una vez más
que somos fuertes para luchar. Sabemos que ya hemos resistido 10 años y estamos
dispuestas a seguir. Sí podemos. Otra década, y acá han ocurrido cambios
tangibles y sustanciales en la calidad de vida de las nuevas generaciones
rebeldes de los pueblos de Chiapas. Las palabras de la comandanta en 2003
suenan actuales: Los municipios rebeldes se ve que son buenos y chingones
porque sabemos resistir. El mal gobierno no nos ha derrotado porque no puede.
No se desanimen. No se asusten de las amenazas y las persecuciones de los malos
gobiernos. Nuestra lucha ha crecido mucho.
Recuérdese
que hace poco, el 21 de diciembre de 2012, cuarenta mil bases de apoyo del EZLN
marcharon en cinco ciudades. En impactante silencio.
Son
pueblos donde, por ejemplo, la medicina preventiva (tan pasada de moda a escala
nacional y global) se aplica con lo mínimo y produce resultados espectaculares
en el control de las enfermedades que antes los mataban. Donde, sin el gobierno
organizado en los territorios autónomos, para el mal gobierno (como tenazmente
lo llaman las JBG y concejos municipales autónomos allí donde el pueblo manda y
el gobierno obedece) no habría gobernabilidad. Lo han reconocido públicamente
los últimos tres gobernadores de Chiapas.
Nuevamente
acompañan a los zapatistas en su lucha los pueblos del CNI. En 2003
respondieron afirmativamente a la decisión de aplicar los Acuerdos de San
Andrés como ley legítima para los pueblos indios de México. Lo siguen haciendo.
Mientras, quienes arguían que la autonomía indígena balcanizaría al país han
logrado balcanizarlo precisamente por atropellar a los pueblos.
Otra
descripción cumplida es la del doctor Pablo González Casanova el 11 de
septiembre de aquel año: “El de los caracoles es un proyecto de
pueblos-gobierno que se articulan entre sí y buscan imponer caminos de paz en
todo lo que se pueda, sin desarmar moral o materialmente a los
pueblos-gobierno, menos en momentos y regiones donde los órganos represivos del
Estado y las oligarquías siguen las pautas cada vez más agresivas, crueles y
necias del neoliberalismo de guerra, que incluyen el hambre, la insalubridad y
la ‘ignorancia obligada’ de la inmensa mayoría de los pueblos, para
debilitarlos e incluso diezmarlos o acabarlos, si es necesario”
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