domingo, 7 de marzo de 2010

En Chiapas primero fueron víctimas de caciques y del sistema; ahora ellos atacan: experto
Minoría, los evangélicos involucrados en agresiones contra zapatistas en Mitzitón
Según testigos del reciente episodio de violencia en la zona, los del Ejército de Dios no respetan a nadie
Hermann Bellinghausen (Tomado de La Jornada)
San Cristóbal de las Casas, Chis., 6 de marzo. Los grupos de evangélicos involucrados en las agresiones a comunidades zapatistas y de la otra campaña no representan, ciertamente, la mayoría de los creyentes de dicha denominación cristiana, que en la región suman muchos miles, en su mayoría pacíficos. Las acciones del Ejército de Dios en Mitzitón ni siquiera son compartidas por todos los miembros de su iglesia: Alas de Águila.
Además, en la misma teología de la prosperidad que sostienen estas iglesias existen corrientes progresistas. En Guatemala defendieron los derechos humanos y se opusieron al paramilitarismo y la militarización. Al igual que las congregaciones sustentadas en la fuerza y el desafío violento, tenían su matriz en Estados Unidos y Canadá, pero a diferencia de aquellas, sin vínculos formales ni ideológicos con el Pentágono ni las estrategias de contrainsurgencia.
El investigador guatemalteco de origen maya Miguel de León Ceto escribe: Las iglesias evangélicas se han desarrollado en un contexto de violencias políticas que caracterizan la región. En el caso guatemalteco, dentro de los medios conservadores (la elite política, patronal y militar). En el sureste mexicano este fenómeno se produjo de manera paradójica: en su origen se implantaron como iglesias víctimas de la violencia y la represión del caciquismo y el sistema político, y posteriormente se implicaron, en algunos casos, en actos de barbarie (Las lógicas de poder de las iglesias evangélicas en tierras mayas, tesis de posgrado en la École des hautes etudes en sciences sociales, París, 2009).
Esto resulta relevante en la región chiapaneca, donde hace dos décadas se registró una grave violencia derivada de la intolerancia y el férreo control de los caciques priístas en San Juan Chamula, Zinacantán y el propio San Cristóbal (llamado por el Ejército de Dios simplemente Cristóbal de las Casas). Hubo asesinatos, expulsiones y aldeas arrasadas contra evangélicos o testigos de Jehová, así como católicos no tradicionalistas seguidores de la diócesis progresista del obispo Samuel Ruiz García.
En ese contexto se establecieron grupos de autodefensa, como Guardián de mi Hermano, que derivó a Alas de Águila y el Ejército de Dios, dispuestos a una guerra espiritual –como explica De León– propia de los neopentecostales. Remontar la resignación y el fatalismo, no poner más la otra mejilla. De ahí a convertirse en poderosos y agresores no medió gran distancia.
En su idea de que la problemática de la comunidad tzotzil de Mitzitón es religiosa, el pasado fin de semana el gobierno de Chiapas envió como negociador al subsecretario de Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobierno, Enrique Guillermo Ramírez Conrado. Así le fue.
El grupo identificado como evangélico, aunque ahora también involucra algunos católicos tradicionalistas (lo cual quebranta el concepto religioso del conflicto, como también ocurrió en Acteal y la zona norte la década pasada), recibió al negociador del gobierno sabinista con escarnio y agresividad inusitados. Según testigos (existe un audio del episodio), lo llamaron pendejo, lo patearon y manosearon, y repetidamente le hicieron ademanes obscenos. Su escolta estaba atemorizada.
El funcionario trataba de convencer al grupo agresor, encabezado por miembros del Ejército de Dios, de liberar a sus rehenes –ejidatarios de Mitzitón–; uno de ellos, el agente municipal Silerio Pérez Díaz, reconocido por el ayuntamiento de San Cristóbal, se encontraba bañado de gasolina, semidesnudo en el frío de la madrugada del lunes pasado, torturado y vejado, a escasos metros de donde negociaban. Tal actitud desafiante es la misma que muestran ante policías y agentes de Migración cuando los interceptan transportando cargamentos de productos ilícitos o migrantes centroamericanos. Se saben impunes.
Ramírez Conrado tampoco tuvo la confianza de los representantes ejidales adherentes de la otra campaña, quienes le hablaron con severidad cuando acudió con ellos para que liberaran a los tres rehenes que tomaron después de ser agredidos a balazos. Pero no lo insultaron, y pudo constatar que estos rehenes no eran maltratados ni torturados. Eso también es evidente en las fotografías publicadas de ambos grupos de rehenes (La Jornada 2/3/10).
En este contexto, no resulta extraño que el reciente y grave choque en Bolón Ajaw entre bases zapatistas y miembros de la Organización para la Defensa de los Derechos Indígenas y Campesinos (Opddic) haya revelado que los agresores de Opddic pertenecen a la iglesia presbiteriana El Horeb, en Agua Azul. Su pastor, Samuel Gutiérrez Solórzano, sostenía la versión oficial de que los zapatistas agredieron a los evangélicos, dejando como saldo la muerte de Adolfo Moreno Estrada, y llamaba a una cruzada nacional de sus correligionarios contra los zapatistas, incluso después de que esa versión fue desmentida fehacientemente por la junta de buen gobierno de Morelia.

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